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23/8/09

Turquía (2009) *15*

Buenas noches, es casi la una y media de la madrugada en Istanbul y llevo media hora peleándome con el internet para que me cargue el puñetero editor de entradas del blog... No sé si es del buscador, del servidor de google, de mi ordenador, o de la red, pero el caso es que todo lo que tiene que ver con google me carga lentíiisimo en esta casa; no lo entiendo...

En fin, dejando a un lado las peleas informáticas, vayamos con lo de hoy. Por la mañana, después de dormir hasta tarde (que ya tocaba), me he ido a comprar el regalo de Mehmet, con la agobiante-pero-instructiva-y-hasta-graciosa experiencia de comprar un miniportátil de estos hablando en turco. Independientemente de la fluidez de la conversación con uno de los dependientes de la tienda (hubo poca y en turkenglish), lo cierto es que la misión ha sido cumplida con éxito y sin bajas ni daños colaterales; mañana o pasado mandaré el paquete a Ankara, aunque siguiendo la recomendación de mi compañero el traductor emplearé un servicio de envío privado (UPS o similar) y no el correo normal, que parece menos fiable si quieres mandar algo más que postales.
Mientras ponían a punto el cacharro, me he ido a comer a un restaurante turco de Istiklal. Podría haber vuelto a casa y cocinar, pero lo cierto es que el gasto de supermercado no se diferencia finalmente mucho del que se hace en un restaurante (unas 10/11 liras; 5 euros al cambio), y no me apetecía comprar, volver al piso, fregar, cocinar, comer, fregar de nuevo y volver a la tienda.
Cuando he recogido el ordenador, y sin tener planes a la vista excepto esperar la llamada de Edu, me he ido al piso y me he echado una siestaca, interrumpida sólo por un sms del muchacho quedando conmigo frente a la Mezquita Azul a las 7. De 7 a 8 nos hemos tomado una cervecilla en una terraza y después han llegado sus padres, su hermano y unos parientes semilejanos a los que no veían desde hacía siglos (tío, tía y prima). El caso es que aunque en principio mi plan era marcharme a casa en cuanto ellos llegaran, finalmente me han liado y me he quedado a cenar con ellos; después, como hay cachondeo ramadanesco en la plaza que separa Santa Sofía de la Mezquita Azul, nos hemos quedado un ratito.
Precisamente por eso, y con la tontería, cuando me he querido dar cuenta me había quedado sin tranvía para volver a casa, así que me ha tocado caminar desde la Mezquita Azul hasta aproximadamente el final (para mí, principio) de la línea siguiendo los railes del tranvía y luego, sabiendo que aún me quedaba un trecho, he decidido que habia llegado la ocasión perfecta para probar a coger un taxi.
Y este es el momento perfecto para contar cómo funcionan los taxis en esta ciudad:
1. El taxímetro existe, pero no es necesario utilizarlo.
2. Como en casi todo, si eres extranjero te cobran más; así que mientras fijas el precio es mejor parecer turco, aunque después ya no importa.
3. Como en todas partes, los taxistas son generalmente los que menos respetan las normas de circulación, así que imaginad lo que sucede en una ciudad donde la tónica general es no respetarlas.

El primer paso, entonces, es preguntarle al taxista cuánto me va a cobrar por llevarme a Taksim; el precio, 10 liras/5 euros, que es más o menos lo que cobraría un taxista en Madrid por la misma distancia empleando taxímetro. Lo hago en turco para equilibrar mi cara de turista con un ligero conocimiento del idioma. Luego, subido en el taxi, me encuentro con la siguiente escena: el tipo coge una calle empinadísima que sube colina arriba (hasta el metro que lleva de la última estación de tranvía a Taksim sigue una pendiente) y, al final, la calle se corta y otra la cruza perpendicularmente. La señal es clara: prohibido girar a la izquierda. El tipo hace lo que yo me estaba temiendo: ignora la dirección prohibida, gira y avanza a todo trapo por una calle laberíntica. Tras una curva, aparece otro taxi que baja por la misma calle; su camino es legal y el nuestro no. Ahora viene lo más increíble: el otro taxi nos cede paso y mi taxista le hace al otro un gesto de agradecimiento.
Un minuto después estamos en la plaza de Taksim. Le pago y me bajo del coche pensando que ya tengo algo más que contar.

Por hoy, pues, nada más, que estoy un pelín cansado y me voy a ir a la cama enseguidita. Buenas noches desde la ciudad de los gatos.

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