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29/9/07

Como Cortázar (para Episkaia)

“Vives como Cortázar”. Eso es lo que dijo un amigo al entrar en mi humilde cabaña emplazada en un recóndito barrio de la jungla mostoleña (que viene a ser como la nalga izquierda, pero ya cerca del muslo, del culo del mundo). ¿Por qué lo dijo? No lo sé; bueno, sí; en realidad, la mejor respuesta es “a medias”. Sé que lo dijo porque, lo primero que ves al entrar en casa (y al recorrerla, y al permanecer, y al salir…), son libros y animales; lo que no sé es la relación que tiene eso con Cortázar (ignorante yo).

El caso es que por mi casa han pasado perros, gatos, un cangrejo de río, un bicho-bola (cochinilla) una rata y varias aves. Así que, sin ser biólogo, ni zoólogo, ni ninguna otra palabra de origen griego (excepto, según mis enemigos, idiota), voy a dar mi particular (pero universalizable porque a mí me da la real gana) visión del mundo animal:

Perros: Una curiosa especie que engloba a animales tan dispares como un chihuahua y un san bernardo (no se los imaginen copulando, por favor). En contra de lo que muestran las series de dibujos animados, los perros que he tenido jamás han sentido deseos de perseguir a un coche (sí han perseguido a ciclistas, a perros enemigos y a hembras en celo). Un detalle interesante es su forma de aprender, que a veces deriva en habilidades o hábitos un tanto inútiles o extraños, como una hembra que mea levantando la pata y varias veces (igual que un macho), o un perro que aprende de los gatos a dormir en el respaldo del sofá. Lo más destacable es su cara de intentar comprender lo que el amo dice que, debido a su falta de expresividad, se parece mucho a su expresión de horror cuando recogemos las cagadas que van dejando por el parque.

Gatos: La primera lección que aprende uno de un gato (y esta generalidad incluye a los perros) es que pinchan, y mucho. Hay gatos más ariscos y otros menos (y luego los machos castrados, que se vuelven medio idiotas los pobres), pero todos son muy independientes y eso es lo que los hace acompañantes idóneos para viejecitas locas. La evolución de sus comportamientos es sorprendente: antes, cuando los había, cazaban ratones; sus nuevos blancos son moscas, mosquitos y cucarachas (cuando las hay). Destaca su habilidad para encontrar, de entre todos los lugares de la casa, el más cómodo.

Ratas: Mascota poco frecuente pero terriblemente interesante porque, a pesar de lo que pueda parecer, es perfectamente doméstica e inteligente. Tienden a ensuciarlo todo muchísimo, roen todo menos aquello que les dejas para ese propósito y adoran armar caos constructivos aún más que el Alcalde de Madrid. Reconocen a sus dueños, tienen relaciones afectivas con ellos y saben comunicarles sus deseos aunque no tengan la capacidad comunicativa de las dos especies anteriores.

Aves: Las que he tenido han sido silvestres, y la mayoría de las veces uno duda si, al coger al pobre polluelo indefenso, lo estará puteando o salvando. Conviví un poco más de un mes con un gorrión al que vimos transformarse completamente de polluelo a jovencito (incluso le enseñamos nosotros a volar); aprendió a convivir con cuatro humanos hasta que, desaparecidos dos de ellos (mi hermano y yo), se aburrió y se fue. Otras aves demuestran cierto rasgo de estupidez por aquello de ver a un compañero de jaula en su propio reflejo (me pregunto qué habrían hecho sus antepasados velocirraptores si se hubieran visto en un espejo), pero el factor positivo es que hacen amena la vida de sus dueños cantando cuando no deben.

Cangrejos de río: Lo llamamos Patatita (comprado en un mercado). Son poco sociables y desagradables a la vista; además, la construcción de un hábitat adecuado conlleva un terrible mal olor. Apareció muerto entre las zapatillas de mi hermano (lo que indica, quizás, que tienen un olfato sumamente delicado).

Bichos-bola (cochinillas): Son animales curiosos y que divierten a los niños, aunque, de todos los que había, tuve que llevarme al de la especie que no es flexible. Como detalle escabroso, diré que unas galletas tipo Príncipe (pero con sabor a fresa) llevaban pasta de este animal entre sus ingredientes. Poco sociables, muy graciosos y terriblemente escurridizos; un día desapareció y no volví a verlo.

Vale que no he tenido tortugas, avestruces, peces, ornitorrincos, diablos de Tasmania, ranas, gusanos de seda o insectos-palo, pero aún así mi experiencia está bien sembrada y quizás ayude a esos futuros padres a entender por qué sus hijos quieren llevar animales a casa. ¿Cuál es el motivo? Alguien tiene que proporcionar el relleno de esta revista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ah, qué bonito n.n
ya me he puesto al día con todos los artículos xD

lo mejor es la habilidad de los gatos *O* uhm...
yo el único animal que he tenido de pequeña fue un grillo que cogimos en Villafranca y metimos en un bote de Nesquik, le dimos de comer lechuga a falta de endivias (se ve que yo lei en algún sitio que a los grillos les gustan las endivias) y lo tapamos con plástico para sangüiches con agujeritos...
pobre grillo xD

y ahora Pichi.. que lo único que tiene es la habilidad para encontrar el rincón más cómodo de la casa (pero como hay muchos los va turnando) y que te regaña cuando te vas mucho tiempo de casa.. :$ nos ataca psicológicamente! T.T

en fines..
muchos besitos *O*

Corpi dijo...

Saber por qué los niños quieren llevar todo tipo de animales a sus casas? Porque los tienen que criar sus padres. Si no a buenas horas. Como se los dejes a ellos, se les mueren en dos días.
Saludos