¿Participación digna?

Hace unos instantes ha aparecido en televisión la comunicación oficial de los resultados provisionales de las elecciones europeas. Más allá del anécdota de los dos escaños que el PP ha sacado de ventaja al PSOE, y aunque vale la pena hacer referencia al repunte de la derecha a nivel europeo (cosa previsible), lo fundamental es el tema de la participación.
Una participación inferior al 50% no es digna, por mucho que Fernández de la Vogue se empeñe en lo contrario argumentando que está "al nivel" del resto de Europa. Lo primero es que Europa no puede ser ejemplo de absolutamente nada cuando de lo que hablamos es de la Europa de las 65 horas, la de la Directiva de la Vergüenza, la de Berlusconi, la de los fascistoides polacos, la del payaso Sarkozy y ese largo e ignominioso etcétera. Lo segundo es que, aunque a nuestra Vicepresidenta se le haya antojado ocultarlo, el voto no solamente permite la determinación de unos "ganadores" y "perdedores" electorales, sino que, en cuanto que refleja el propio acto de votar, legitima el sistema y lo dota de sentido.
Evidentemente, ya sabemos que a las instituciones de la UE, caracterizadas desde principios de los 90 (con el Tratado de Maastricht) por su relativo desprecio de la democracia, les sudaría absolutamente el escaño que la participación fuera del 1, del 5 o del 10 (por eso he ido a votar), pero eso no quita fuerza a la otra parte del argumento, que es que la Unión Europea carece del más mínimo atractivo o legitimidad para la población de los estados miembros.
Cada vez lo tengo más claro: la Europa que hasta ahora conocemos se fascistizará o se irá al traste (o quizás las dos cosas), y de su disolución tal vez surja (si la izquierda le ve el interés y consigue articularse) una Europa distinta o bien un retroceso en la construcción de un bloque internacional con la vuelta, no sé si positiva, a la peseta.
Como he dicho varias veces en la última semana, esta es la desgracia de vivir tiempos interesantes.