Atención, lectores, porque lo que planteo aquí es ni más ni menos que el análisis de la estrategia de nuestro gobierno para garantizarse una legislatura estable y sin las revueltas masivas que el piñazo económico que se nos viene encima debería producir.
Resulta sorprendente que, a pesar de la subida de precios que hemos experimentado, aún no se hayan aplicado las correspondientes subidas en los costes de transporte y de producción relacionados con el uso de combustible. Resulta más sorprendente todavía que, con lo evidente que resulta la necesidad de ese ajuste, el gobierno no previera su ejecución inmediata para evitar los paros (que ya están produciéndose) en el sector pesquero, agrícola y de transportes. Intentaré encontrar una explicación.
Imaginemos que se hubiera hecho, que se hubiera permitido ya a los transportistas subir descaradamente sus precios y/o que se hubiera rebajado en la medida de lo posible el precio del combustible. Esos ajustes, sabiendo cómo funcionan las cosas en el mundo que nos ha tocado vivir, llevarían, en el mejor de los casos, a que los afectados ganasen exactamente lo mismo que antes del comienzo de la crisis y, por tanto, a estar en la misma situación de disminución de poder adquisitivo que el resto de la población.
Lógicamente el gobierno no podrá resistir las presiones de los trabajadores y de los consumidores afectados y tendrá que responder a las demandas. Ahora bien, piénsese en todos esos consumidores, que ya están cabreados porque los precios han subido, y que ahora ven cómo en los supermercados no hay pescado, cómo hay atascos provocados por taxistas y camioneros, y, finalmente, cómo la solución a todo eso es que los precios suban más para que luego los que han montado todo el lío sigan quejándose.
Se produce, y no será la única, una fragmentación entre dos grupos dentro de la inmensa capa de población afectada por la crisis, que limita toda movilización porque unos culpan a los otros. Este y no otro es, en España, el socialismo del siglo XXI.
Resulta sorprendente que, a pesar de la subida de precios que hemos experimentado, aún no se hayan aplicado las correspondientes subidas en los costes de transporte y de producción relacionados con el uso de combustible. Resulta más sorprendente todavía que, con lo evidente que resulta la necesidad de ese ajuste, el gobierno no previera su ejecución inmediata para evitar los paros (que ya están produciéndose) en el sector pesquero, agrícola y de transportes. Intentaré encontrar una explicación.
Imaginemos que se hubiera hecho, que se hubiera permitido ya a los transportistas subir descaradamente sus precios y/o que se hubiera rebajado en la medida de lo posible el precio del combustible. Esos ajustes, sabiendo cómo funcionan las cosas en el mundo que nos ha tocado vivir, llevarían, en el mejor de los casos, a que los afectados ganasen exactamente lo mismo que antes del comienzo de la crisis y, por tanto, a estar en la misma situación de disminución de poder adquisitivo que el resto de la población.
Lógicamente el gobierno no podrá resistir las presiones de los trabajadores y de los consumidores afectados y tendrá que responder a las demandas. Ahora bien, piénsese en todos esos consumidores, que ya están cabreados porque los precios han subido, y que ahora ven cómo en los supermercados no hay pescado, cómo hay atascos provocados por taxistas y camioneros, y, finalmente, cómo la solución a todo eso es que los precios suban más para que luego los que han montado todo el lío sigan quejándose.
Se produce, y no será la única, una fragmentación entre dos grupos dentro de la inmensa capa de población afectada por la crisis, que limita toda movilización porque unos culpan a los otros. Este y no otro es, en España, el socialismo del siglo XXI.
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