Pues yo no sabía que esto existía, pero resulta que sí y que es mañana (dentro de un pelín menos de dos horas), y como yo me apunto a un bombardeo (sobre todo si el objetivo es la Casa Blanca), pues voy y colaboro. El tema elegido es el medio ambiente, ya que el "simpático" Al Gore parece haber despertado en todos nosotros esa conciencia dormida, a pesar de que el Protocolo de Kioto se firmó en 1992 y de que, por tanto, los ecologistas llevan ya bastante más tiempo dando la lata. Y es del dichoso Protocolo de lo que voy a hablar, porque tiene narices.
Establecer una analogía entre la sociedad de este país y la sociedad internacional es algo muy sencillo ya que hay bastantes puntos idénticos, pero hay una diferencia sustancial que hace todo absolutamente distinto al mismo tiempo: la aplicación de sanciones cuando no se respeta la ley y la obligatoriedad de aceptación de una norma.
Me explico: en España se decide que hay que contaminar menos y se hacen una serie de leyes para alcanzar ese objetivo. Cuando alguien se salta la ley, se le aplica un castigo (de forma o no proporcional y efectiva, pero se aplica). En la sociedad internacional es distinto: se decide crear el Protocolo de Kioto, pero no está obligado a seguirlo todo el mundo, sino que puedes elegir ignorarlo y seguir contaminando; así que el líder del mundo decide seguir contaminando y pasarse por el forro de los cojones que este planeta se vaya al carajo.
La solución, desde mi punto de vista, consiste en dos acciones fundamentales: la primera es modificar el Protocolo para que todo hijo de vecino (hijo de puta para los malhablados) tenga de cumplir las reglas o sufrir las consecuencias; la segunda, y mucho más importante, es la creación y/o fortalecimiento de las instituciones encargadas de meter purazos a dichos hijos de malas madres (y así, de paso, ver si se puede hacer algo con aquellas leyes y convenios que sí son obligatorios y que cualquiera ignora sin problemas -véase la Convención de Ginebra, por ejemplo-).
Me explico: en España se decide que hay que contaminar menos y se hacen una serie de leyes para alcanzar ese objetivo. Cuando alguien se salta la ley, se le aplica un castigo (de forma o no proporcional y efectiva, pero se aplica). En la sociedad internacional es distinto: se decide crear el Protocolo de Kioto, pero no está obligado a seguirlo todo el mundo, sino que puedes elegir ignorarlo y seguir contaminando; así que el líder del mundo decide seguir contaminando y pasarse por el forro de los cojones que este planeta se vaya al carajo.
La solución, desde mi punto de vista, consiste en dos acciones fundamentales: la primera es modificar el Protocolo para que todo hijo de vecino (hijo de puta para los malhablados) tenga de cumplir las reglas o sufrir las consecuencias; la segunda, y mucho más importante, es la creación y/o fortalecimiento de las instituciones encargadas de meter purazos a dichos hijos de malas madres (y así, de paso, ver si se puede hacer algo con aquellas leyes y convenios que sí son obligatorios y que cualquiera ignora sin problemas -véase la Convención de Ginebra, por ejemplo-).
2 comentarios:
Pues la verdad es que según lo formulas, compa Oruga Azul, hay bien poco que objetar moralmente; pero supongo que también eres muy consciente de que la cuestión es harto complicada, porque, al final, si el más fuerte no tiene voluntad, es difícil hacérsela imponer (cual es el caso...).
Un abrazo.
Sí, pinta complicado el asunto... Y por eso mismo el mundo está como está y seguimos cavando nuestra propia tumba...
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